viernes, 11 de febrero de 2011

Antítesis de la existencia en Juan José Arreola

Filosofar significa para el hombre,
en primer lugar afrontar con los ojos
abiertos el propio destino y plantearse
claramente los problemas que resultan
de la justa relación consigo mismo, con
los demás hombres y con el mundo.
Nicola Abbagnano


Juan José Arreola entre sus diversas y variadas actividades a las que se dedicó, también se ocupó de ser filósofo de su existencia. Esta actitud la expresó en sus escritos, en sus comentarios, en sus entrevistas y sobre todo, encontró una clara relación de la vida en el juego de ajedrez, puesto que éste, explica Juan José Arreola: “elimina las circunstancias azarosas y nos compromete en una hazaña individual, porque nos obliga a la confrontación pura del ser ajeno con el nuestro sin recursos de fuerza física”.
Como todo existencialista Juan José Arreola reconoce la soledad a la que está obligado el ser humano, es por eso que en sus cuentos los personajes padecen la angustia de la responsabilidad de estar solos; el miedo de sentirse abandonados. Este sentimiento de abandono lo explicó Juan José Arreola en varias ocasiones, de esta manera le comentó a Fernando del Paso que: “Yo soy un hombre que no perdonó nunca, ni he perdonado, ni probablemente perdone jamás, el haber sido expulsado del vientre materno […] Éste es el paraíso del cual fui expulsado, pero sólo fue el primer desprendimiento de otros que he sufrido en la vida”.
Para Jean-Paul Sartre: “El hombre […] una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace”. Esta postura filosófica es una constante en Juan José Arreola y se manifiesta en la mayoría de sus relatos, donde los personajes masculinos anhelan el complemento-mujer para soportar su existencia y no sentirse abandonados.
En el cuento “El rey negro” el narrador-personaje relata cómo ha perdido el juego de ajedrez porque: “sacrificó su última torre para llevar un peón femenino hasta la séptima línea, frente al alfil y el caballo de las blancas”. Por esta osadía el personaje del rey negro tiene que pasar una vida de soledad, y así declara que: “Ahora estoy solo y vago inútil por el tablero de blancas noches y de negros días” (119). En el aislamiento el personaje opta por el autocastigo y prefiere negarse a la existencia, pues se considera: “un punto muerto en el triángulo final”. Sin embargo no deja de cuestionarse sobre su ser y su lugar en la tierra: “¿Para qué seguir jugando? […] ¿Por qué no me mató Dios mejor en el vientre de mi madre, dejándome encerrado allí como en la tumba de Filidor?” (120). Estas preguntas que se hace el personaje muestran paradójicamente a un ser preocupado por su existir y de esta forma responsable de su vida, aunque la angustia lo lleve a la renuncia de seguir jugando: “Ya nunca más volveré a jugar al ajedrez. Palabra de amor. Dedicaré los días que me quedan de ingenio al análisis de las partidas ajenas, a estudiar finales de reyes y peones, a resolver problemas de mate en tres, siempre y cuando en ellos sea obligatorio el sacrificio de la dama” (120).
Así, el jugo de ajedrez que es metáfora de la vida, simboliza en el personaje un abandono de su existencia; ya no se ocupará de luchar para él pero en cambio se consagrará al estudio de cómo los otros manejan el juego de su vida.
Por otra parte hay en Juan José Arreola una obsesión de recuperar el “paraíso perdido” este deseo de regresar al vientre materno es visible en el cuento “Tú y yo”, donde el narrador dice: “Adán vivía feliz dentro de Eva en un entrañable paraíso”. De igual manera lo expresa en la “Cláusula”que apunta: “Soy un Adán que sueña con el paraíso, pero siempre despierto con las costillas intactas”. Pero es en el cuento “Informe de Liberia” donde el anhelo por permanecer en el vientre materno se hace colectivo, con ello: “en todas partes los niños se niegan a nacer por las buenas”. Con humor, Juan José Arreola narra la forma en que los bebés se rebelan ante la posibilidad de la expulsión, se cuenta cómo:
Dos comadronas […] lucharon a brazo partido con un infante rebelde, un verdadero demonio que por más de veinticuatro horas se debatió entre la vida y la muerte sin tomar para nada en cuenta los sufrimientos de su madre […] dio tales muestras de resistencia que las señoras se cruzaron finalmente de brazos dejándolo hacer su voluntad… (147)

El estado de protección que brinda la madre al hijo es de muchas formas una dependencia. El niño cuando es arrojado al mundo, como diría Heidegger, cuando sufre la caída es “un ser-en-el-mundo”. A partir de este momento, dice Jean-Paul Sartre: “El hombre empieza por existir, es decir, que empieza por ser algo que se lanza hacia un porvenir, y que es consciente de proyectarse hacia el porvenir”. El existencialismo propone, en este sentido, hacer responsable al hombre de su propio destino, por eso Juan José Arreola declara que: “Desde la infancia padezco la avidez de completarme con la mujer, y en el curso de mi vida he sido, como todo idealista, el desdichado fundamental”. Desdichado porque no acepta la separación de que fue víctima y la consecuencia de ser ahora él el que guíe su vida.
Juan José Arreola lleva el problema de su existencia en sus creaciones literarias. Escribe un cuento “Loco dolente” en el cual se narran los percances que realiza un Comité encargado de buscar el complemento de los hombres, esta búsqueda se convierte en un fracaso y la mujer se vuelve una ilusión. Los hombres al quedarse solos, después de muchos trabajos, suspenden la búsqueda y deciden crear un cenotafio que honre: “la soledad radical de sus espasmos”.
En su prosa Juan José Arreola maneja el tema de la pareja como una imposibilidad, es decir, el hombre no tiene más remedio que estar solo. Y cuando éste intenta una unión termina lastimado. Ejemplo de ello “La trampa”, relato que tiene un epígrafe de Kafka en el cual se puede resumir el sentido del minicuento: “Hay un pájaro que vuela en busca de su jaula”. El ave que nace para ser libre, busca su encierro porque éste resulta ser su protección. Se niega con ello al riesgo de la vida, pero paradójicamente acepta un riesgo, quizá mayor, la imposibilidad de la complementación. Así en este minicuento el personaje que resulta ser un ave no deja de rendirse en la persecución de la hembra a pesar de lo peligroso del encuentro, de esta forma: “la última vez, quedé con el espinazo roto. Y aquí voy volando solo […] Y sigo otra vez volando solo, fatalmente en busca de nuevos oráculos” (124).
Con respecto a la temática de Juan José Arreola, Fabio Jurado Valencia apunta con certeza que: “En la narrativa de Arreola pareciera que todas las actitudes del hombre estuviesen determinadas por su relación con la mujer”, y también comenta que: “Sea el narrador humano o no humano, hay un afán en el sujeto anunciador por introducir la figura de lo femenino: la escritura de Arreola está asaltada por lo femenino y configura a un lector que vive la expectativa de lo femenino”.
En el cuento “La migala” el personaje al saberse abandonado por Beatriz decide adquirir una araña que según su vendedor es muy peligrosa. El propósito del narrador es que algún día la araña lo pique y así se origine su muerte, cuenta el personaje que: “En aquella caja iba el infierno personal que instalaría en mi casa para destruir, para anular al otro, el descomunal infierno de los hombres”. Ese infierno no es otro que el conocimiento de hallarse solo.
Las noches en que el personaje espera la picadura del animal, lo sumergen en la angustia, exaltación del alma que según Jean-Paul Sartre se distingue del miedo en que: “el miedo es miedo de los seres del mundo, mientras que la angustia es angustia ante mí mismo. El vértigo es angustia en la medida en que temo no caer al precipicio, sino arrojarme a él”. Esta actitud es la que decide tomar el personaje del cuento, porque es él quien elige arrojarse a la muerte a través de la araña. No obstante, el cuento encierra una trampa, el personaje jamás morirá a causa de la picadura de la migala, ya que los estudios sobre animales informan que la migala es una araña que caza de noche, que su mordedura es venenosa excepto para las personas. De este modo, el destino del personaje es padecer la ausencia de su amada. El final del cuento señala su eterno tormento: “Entonces, estremecido en mi soledad, acorralado por el pequeño monstruo, recuerdo que en otro tiempo yo soñaba en Beatriz y en su compañía imposible” (199).
Jean-Paul Sartre explica en su libro El existencialismo es un humanismo, que lo existencialistas fueron duramente criticados, porque veían su doctrina como un pesimismo del hombre, pero Sartre expone que: “lo que se nos crítica aquí no es en el fondo nuestro pesimismo, sino una dureza optimista”. Es decir, la obligación que tiene el hombre de soportar su vida es dura, pero cuando éste logra afrontar que su destino está en él mismo, entonces consigue ser un hombre independiente. Juan José Arreola confiere esta misión a Pablo, personaje del cuento que lleva el mismo nombre. Pablo es un ser elegido, apartado de los demás hombres por Dios. Al principio el personaje manifiesta que: “su soledad comenzó a agrandarse hasta hacerse insoportable” , y conforme avanza la narración, Pablo a pesar de tener el poder de la omnipotencia, se convierte en un ser que sufre y padece el dolor de los demás. Decide entonces disponerse a morir: “De modo cualquiera, como un ínfimo suicida, dio fin a sus días antes de que fuera demasiado tarde, y abrió de par en par las compuertas de su alma” (261). Con este cuento Juan José Arreola viene a sugerir que es gratificante y glorioso el hecho de que un hombre pueda hacerse responsable de su vida, que pueda entender el funcionamiento de sus actos y de los demás, pero también comprende que el camino para lograr esta actitud es doloroso, se aproxima a la muerte y Juan José Arreola nunca estuvo dispuesto a soportarlo.
“El soñado” es el cuento que define la posición que le gustaría adoptar a Juan José Arreola porque este personaje tiene una existencia falsa, es un ser que cuando surge depende del hombre y la mujer que se empeñan en hacerlo y deshacerlo. El personaje del soñado no ha acabado de nacer y argumenta: “soy gestado lentamente, con angustia, en un largo y sumergido proceso. Ellos maltratan con su amor mi existencia de nonato”.
Además “El soñado” es un cuento que presenta en su contenido diversas antítesis. Esta figura retórica define la postura que tienen los personajes de Arreola frente a la vida, pues de todas las figuras de contraste que se hallan en la prosa de Arreola, como la paradoja y el oxímoron; es la antítesis la que sobresale, puesto que esta figura, dice Roland Barthes: “es el combate de dos plenitudes enfrentadas ritualmente como dos guerreros armados: la Antítesis es la figura de la oposición dada, eterna, eternamente recurrente: la figura de lo inexpiable”. En el cuento se ve cómo el personaje del soñado enfrenta dos características contrarias, dice: “soy hermoso y terrible” y los amantes son: “dos seres que se odian y se aman” y que constantemente “hacen y deshacen” al ser que no acaba de nacer. Por lo tanto, el cuento adquiere en su sentido total una antítesis de la existencia, ésta resulta porque el personaje del soñado se encuentra entre el deseo de vivir y morir; de existir y carecer de realidad.
La actitud que toma Juan José Arreola tanto en su prosa como en su vida es de combate, una lucha eterna que se origina por el significado del existir. Existe en Arreola un deseo de vivir acompañado por una mujer y también hay un deseo por impulsar su ser a la soledad y el abandono. En este sentido, la antítesis como la explica Barthes: “es un muro sin puertas. Atravesar ese muro es la transgresión misma”. Juan José Arreola demuestra en las acciones de sus personajes y en las actitudes que toma frente a la vida, que siempre está en una constante trasgresión porque no acaba de aceptar que es un hombre hecho para la soledad, como todo existencialista.
El hombre que crea Juan José Arreola en su narrativa es el mismo que concibe el existencialismo de Sartre; es un hombre que está solo, de modo que: “no puede encontrar ayuda en un determinado signo que lo oriente; porque piensa que el hombre descifra por sí mismo el signo como prefiere. Piensa que el hombre, sin ningún apoyo ni auxilio, está condenado a cada instante a inventar al hombre”.
Juan José Arreola idealiza un espacio puro en el que el hombre esté cara a cara consigo mismo, el resultado de esta idea puede notarse en el minicuento “La caverna”, el relato comienza así: “Nada más que horror, espacio puro y vacío. Eso es la caverna de Tribenciano”. En este minicuento se narra el descenso hacia lo desconocido y el narrador se pregunta: “¿Se baja a qué? y de inmediato se responde: “a morir”. Los hombres que bajaron a la caverna perdieron totalmente la cabeza y por eso el narrador piensa que: “Tal vez lo que allí ataca al hombre es el horror al espacio puro, la nada en su cóncava mudez” (160). Este minicuento sugiere, de nuevo, otra relación con el existencialismo de Sartre, donde el filósofo explica en su libro El ser y la nada, el significado del vacío que viene a ser la caverna de Tribenciano. El hombre, según el existencialismo dice: “Me acerco a un abismo y mis miradas me buscan en su fondo a mí”. Es decir, en la nada, el hombre lo único que puede hallar es a su ser mismo, por eso sus ojos lo buscarán a él y a él lo interrogan. Para Juan José Arreola ésta es la mayor angustia del hombre: el soportar el peso agobiante de su propio yo. Quizá por ello Arreola confesó que: “Todo lo que he escrito es el terror de saberme responsable y solo. Mi aspiración ha sido perderme”.
Como se ha visto Juan José Arreola quiso negar de muchas maneras su existencia, pero el hecho de pensar en ella, de cuestionarse cual filósofo, lo asumió como un existencialista. Por lo tanto su existencia es antitética porque reniega de su ser cuando desea pertenecer al paraíso materno del cual fue expulsado o cuando se quiere fundir con la mujer en una pareja imposible. Pero su existencia se rehabilita cuando es consciente de su soledad y de la enorme responsabilidad que tiene con él mismo y con los demás.
Si bien, Juan José Arreola se sintió solo nunca lo estuvo del todo, siempre estaba rodeado de gente que lo buscaba, para un consejo, un comentario o alguna entrevista. Y cuando no había gente cerca de él estaban sus libros, sus creaciones, sus personajes inventados que no lo abandonaban; de igual forma que él nunca negó a los demás su apoyo o su compañía. Juan José Arreola confesó a su hijo Orso Arreola que: “Siempre me di, me repartí como mejor pude, con el único afán de crear, de creer, no descansé ni un solo instante de luchar con el ángel”.




Bibliografía

Abbagnano, Nicola. Introducción al existencialismo. México, FCE, 1969, pp. 184. Brevarios.

Arreola, Juan José. Narrativa completa. México, Alfaguara, 1977, pp. 496.

______. Y ahora la mujer… La palabra educación. Comp. Jorge Arturo Ojeda, México, Conaculta, Diana, 2002, pp. 152.

Arreola, Orso. El último juglar: memorias de Juan José Arreola. México, Diana, 1998, pp. 424.

Barthes, Roland. S/Z. México, Siglo XXI, 1980, pp. 222.

Jurado Valencia, Fabio. “Representación de la mujer en la narrativa de Juan José Arreola” en Juan José Arreola el verbo memorioso. Revista Tema y variaciones de literatura, Número 15, México, UAM, 2001, pp. 21-44.

Leñero, Vicente. “Lección de ajedrez” en Arreola en voz alta. Comp. de Efrén Rodríguez. México, Conaculta, 2002, pp. 227-235.

Paso del, Fernando. Memoria y olvido. Vida de Juan José Arreola (1920-1947). México, Conaculta, 1996, pp. 189.

Sartre, Jean-Paul. El existencialismo es un humanismo. México, Parcifal, 2007, pp. 56.

______. El ser y la nada. Buenos Aires, Losada, 2006, pp. 864.

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