miércoles, 12 de octubre de 2011

El Bestiario de Guadalupe Dueñas

Ama al prójimo desmerecido y chancletas. Ama al

prójimo maloliente, vestido de miseria y jaspeado de mugre.

Saluda con todo tu corazón al esperpento de butifarra que

a nombre de la humanidad te entrega su credencial de

gelatina, la mano de pescado muerto, mientras te confronta

su mirada de perro.

Ama al prójimo porcino y gallináceo, que trota gozoso

a los crasos paraísos de la posesión animal.

Y ama a la prójima que de pronto se transforma a tu

lado, y con piyama de vaca se pone a rumiar interminablemente

los bolos pastosos de la rutina doméstica.

Juan José Arreola

El prólogo con que inicia su “Bestiario” Juan José Arreola señala las similitudes que existen entre los humanos y los animales, así mismo sugiere aceptar no con desprecio sino con amor el hecho de que todos tenemos algo de “animal” ya sea en lo físico o en el carácter.

Muchos autores han escrito sobre los animales; la historia registra que el origen del Bestiario probablemente provenga de El Physiologus escrito en Grecia en el siglo cuarto. Las fábulas que también tienen su origen en Grecia toman como personajes a los animales para moralizar. En el siglo XX existen numerosos ejemplos en donde los animales son los protagonistas: Ocaso de Sirenas (1950) de José Durán que contiene un “Elogio y vejamen” de Juan José Arreola, Bestiario (1951) de Julio Cortázar, Manual de Zoología fantástica (1957) de Jorge Luis Borges, Bestiario (1958) de Juan José Arreola, Álbum de zoología (1985) de José Emilio Pacheco, entre otros, así como los poemas de Eduardo Lizalde donde no sólo el tigre es personaje, sino también el perro, la perra, etc.

En Tiene la noche un árbol de Guadalupe Dueñas se encuentran siete cuentos que tienen como título el nombre o la referencia a un animal; de acuerdo a la manera en que son descritos estos animales o el trato que se les da, es que encuentro una mayor similitud con el Bestiario de Juan José Arreola y por tal razón es que inicio este ensayo con el prólogo del mismo.

Aunque los cuentos de Guadalupe Dueñas no tratan sólo de las características que tienen los animales sino que, hay una mezcla de lo animal con lo humano. La autora se vale de la prosopopeya para lograr este efecto en que un hombre puede ser animalizado y un animal humanizado. Claro ejemplo se halla en el cuento “La araña”, en el que la mujer y el arácnido poseen el mismo comportamiento, de tal forma que las acciones de la araña afectan a la mujer y viceversa, en este sentido ella dice: “en las paredes ronda perseguida por mi angustia”[1], la unión que existe entre el animal y la humana es de “complicidad” puesto que la araña representa lo oculto de la mujer; miedos, angustia, soledad y deseo. Con conocimiento de esta realidad la mujer grita: “¡No quiero que la toquen! Puesto que ella es la araña y la araña es ella.

Caso similar es el cuento “Mi chimpancé”, aquí la mujer, también, tiene una relación de convivencia con el animal, sólo que en este caso a diferencia de “La araña” el Chimpancé ha tomado la decisión de irse porque además se confiere al animal la capacidad de hablar y razonar. El chimpancé un poco harto del comportamiento de su dueña quiere dejarla y por eso ella manifiesta que: “prefería vagar a quedarse entre mi náusea y mis deseos paralíticos e insatisfechos” (78). La mujer es menos frente al animal o bien que ella sea más animal que el propio animal, tan así que el chimpancé le aconseja que: “mejor [se] encierre [ella] en la jaula” (79). De esta forma la mujer queda como prisionera y el animal libre y, por tanto el cuento sugiere que somos más animales de “lo que pensamos”.

Esta capacidad de poder transferir a los animales aspectos humanos y al contrario, se percibe en el cuento “Digo yo como vaca” donde el personaje desea huir de su existencia porque quiere otra vida; mejor sería ser una vaca y disfrutar siéndolo a no ser una vaca y comportarse como tal. El descontento que le causa a la mujer, ser mujer hace que el cuento inicie: “Si hubiera nacido vaca estaría contenta”, pero como no nació vaca entonces no está feliz, parece que el personaje no encuentra belleza en lo humano o razón de vida.

“El sapo” sugiere otra relación con el humano: somos como sapos; hay personas que esperan mucho de nosotros, que desean ver algo grande que provenga de nuestras acciones, pero cuando fracasamos, asistimos a una desilusión de la gente que confió en nosotros; así vamos por la vida, como los niños que esperaban más del sapo, de decepción en decepción.

El cuento “Las ratas” parece más una fábula. El mensaje se percibe en la relación de lo que hace una rata con el cuerpo muerto de un humano y, la fealdad del bolero que se le muestra al hombre cuando esquiva la mano de éste porque le causa repugnancia. La moraleja viene siendo la siguiente: Todos alguna vez seremos tocados por la repugnancia o la supuesta fealdad, si la evadimos en vida no escaparemos por ello a la que por naturaleza trae la muerte.

“Canina fábula” es un cuento que maneja el humor pero que aún con ello, la escena del hombre entre perros no deja de ser lamentable. El cuento representa quizá la forma en que vivimos entre animales, cómo nos parecemos a ellos y cómo ellos se parecen a nosotros. En este ambiente perruno el muchacho puede ver que los perros son: “animales de presa con inteligencia diabólica que olían el terror y adivinaban el pensamiento. Vulnerables al soborno como cualquier juez de distrito” (99). Entonces el miedo y pánico que siente el personaje no sólo está en los perros de la sala sino en cualquier parte, cada vez que nos enfrentamos a cualquier perro.

Todos los escritos sobre animales sólo vienen a reforzar la idea de que somos más animales de lo que pensamos y que lo animal no es precisamente una característica despectiva o insultante sino que más bien debemos de mirar nuestra animalización con “amor” tal como lo sugiere Juan José Arreola.

Beatriz Juárez González



[1] Guadalupe Dueñas, “La araña” en Tiene la noche un árbol, México, FCE, SEP, 1985, p. 41. Lecturas 82 mexicanas.

viernes, 15 de julio de 2011

¿Qué es comprender un poema?

Por Beatriz Juárez González



Comprender un poema es comprender al ser que se ama. El procedimiento es el mismo, pero el amor se va gestando en el proceso de la comprensión. El primer paso es conocerlo: “de la vista nace el amor”. De esta manera se elige a la pareja; “algo” nos atrae, y la miramos buscando qué es lo que despierta nuestra inquietud. Así también para conocer al poema hay que mirarlo, hacer uso de nuestros cinco sentidos. Mostrar interés, como dice Erick Bentley: “todo interés implica una emoción y todo gran interés es decididamente apasionado”; así necesitamos recorrer el poema, intuitivamente, con el deseo de penetrarlo, de vislumbrar el sentido de las palabras. Se tienen que despejar todas las dudas, hacerle preguntas al poema y tratar siempre de recibir respuestas.
Hay poemas que se ponen difíciles como la persona de la que nos enamoramos; pero no por esta dificultad abandonamos nuestro deseo de conocer más sobre el poema o de la persona que nos agrada, tal vez su dificultad los hace más interesantes.
En el caso de los poemas difíciles, el interés que nos generan, quizá sea porque obligan al lector a ejercitar la mente, yendo al diccionario o leyendo otros textos que pudieran tener relación con el poema. Así sucede con los poemas de Salvador Díaz Mirón que bien pueden leerse sin conocer nada de su autor, pero si el lector se ocupa de inspeccionar en la vida trágica del poeta que abarca su encarcelamiento y su ferviente carácter rebelde, se dará cuenta de que muchos de sus poemas corresponden a esta actitud de vida; y por ello el poema “Avernus” es el infierno del yo lírico y también del poeta.
En el caso del amor de pareja, uno y otro se esfuerzan por conocerse; saber sus gustos, sus inquietudes, sus miedos, sus tristezas, sus alegrías, etc.; todo esto con la intención de poder agradarse y tener cosas que compartir.
Por otra parte, es verdad que el significado del poema debe hallarse en el mismo poema, pero también es cierto que si se busca comprender al poema, el lector debe verse obligado a justificar por qué le gusta un poema; no hay gusto sin comprensión. Cuando el lector dice: “me gusta un poema de Sabines porque es sencillo”; esa sencillez es comprensión, comprendo que es sencillo. De la misma manera sucede con los amantes, ellos deben saber por qué se gustan, por qué se aman y aunque digan: “no sé qué tiene esa mujer pero la amo, o en el caso contrario, no sé por qué pero amo a ese hombre”. Ese “no sé” implica, como en los poemas, una comprensión de ver en las parejas, “uno se qué, que gusta.
Así como en el amor de pareja se busca una especie de compatibilidad, de igual forma sucede con el poema, nos gusta lo que es compatible con nosotros y en el intento de comprender al otro, hay un deseo de comprenderme a mí misma. Como bien dice Octavio Paz: “Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: ya que lo llevaba dentro” (24).
La tarea de comprender un poema es infinita, lleva lo mismo que comprender al otro. Hay parejas que se divorcian porque dicen: “no nos comprendimos”. También hay separaciones entre los poemas y los lectores. Muchas veces se abandona un poema, porque no se comprende y entonces no logramos amarlo, como no logramos aprehenderlo para nosotros, lo dejamos ir. Pero también hay poemas que en la primera lectura gustan aunque no comprendamos nada como Piedra de sol de Octavio Paz o Las Elegías de Duino de Rainer María Rilke, pero el gusto nos lleva al camino de la comprensión aunque nada nos garantiza que se pueda comprender a un poema en su totalidad, como tampoco se puede comprender al ser amado por completo. El lector puede destinar su vida a este intento de la comprensión y pensar todos los días qué significa:

Y nosotros, que pensamos en una dicha
ascendente, experimentamos la emoción
que casi nos sobresalta
cuando algo feliz cae. (María Rilke, “Décima Elegía”)


O bien, buscar todo el tiempo comprender al amado, entender el amor, sabiendo que como dice Juan José Arreola “somos hechos y destinados para la soledad”, pero siempre hay “algo” que nos mueve a complementarnos con el otro. Poesía y amor qué tan diferentes pueden ser.

jueves, 7 de julio de 2011

Tijuana: crimen y olvido de Luis Humberto Crosthwaite

Magda Gilbert y Juan Antonio Mendívil: una pareja antitética en Tijuana: crimen y olvido de Luis Humberto Crosthwaite


Por Beatriz Juárez González


¿Qué sería de la memoria sin el olvido,
que le decanta y deslinda, ¿qué sería del olvido
sin la memoria, que lo espanta y no lo abarca?
Fernando del Paso


La novela Tijuana: crimen y olvido sugiere al lector diversas interpretaciones y lecturas; no se puede asegurar, por lo tanto, que el tema de la desaparición de los periodistas sea el punto central de la novela. El mismo autor Luis Humberto Crosthwaite ha mencionado que uno de sus propósitos al escribir esta obra, es que el lector llene los espacios en blanco que él coloca con esa intención. Por lo mismo, quiero realizar una interpretación sobre los dos personajes que considero claves Magda Gilbert y Juan Antonio Mendívil, a los que he decidido llamar “una pareja antitética”.
De todas las figuras retóricas que nombran lo contradictorio, como la paradoja o el oxímoron, la antítesis es la que define mejor la posición que tiene la pareja; la primera oposición se muestra en el epígrafe de Fernando del Paso: memoria y olvido; a Magda Gilbert le corresponde la memoria y a Juan Antonio Mendívil el olvido. Para Roland Barthes: “La Antítesis separa desde siempre; apela así a la naturaleza de los contrarios, y esta naturaleza es salvaje”. Este aspecto violento permanece en toda la novela, no sólo en los personajes sino también en las situaciones, por lo cual, lo antitético de la pareja es el reflejo de la lucha que prevalece en el ambiente de Tijuana, de la frontera y de sus habitantes.
Magda Gilbert se encuentra en Tijuana (México) y Juan Antonio Mendívil del otro lado de la frontera (Estados Unidos); la frontera que apela, ya de por sí, a una separación constituye otra oposición para la pareja. Sin embargo los une el periodismo y el interés que uno tiene sobre el otro, aunque Magda sea menor de edad a Juan Antonio.

Otra oposición que tiene la pareja es la separación con su antiguo amor; Magda es separada de Fabián Flores porque a éste lo asesinan y Juan Antonio Mendívil se separa de su mujer por problemas de pareja; así Magda pierde a su novio por la muerte y Juan Antonio pierde a su mujer por la vida. Magda recurre a las cartas para despedirse de Fabián Flores y poder, con eso, olvidarlo; Juan Antonio, por su parte, no hace nada sólo deja de hablar de su esposa y con eso la coloca en el olvido.
No obstante, la separación que sufre la pareja antitética es difícil y cruel, por lo que conviene, para ambos, el olvido. Quizá sea ésta una de las razones por la que Magda muestra tanto interés en conocer las causas del olvido de Juan Antonio, porque ella también tiene la necesidad de olvidar.
Pero parece que el destino del humano es recordar y por eso se vuelve dudoso el hecho de pensar que sin ninguna razón fundada Juan Antonio Mendívil olvide. Así pues, se habla de una “posible enfermedad” cuando éste busca en sus recuerdos y no encuentra nada. Ese es el mayor conflicto, no hallar nada aunque se busque; en efecto, todos quisieran olvidar lo “malo” pero lo “bueno” se busca recuperar, en ese sentido es que la pareja antitética encuentra beneficio en su lucha contraria. Juan Antonio Mendívil puede ayudar a Magda a olvidar a Fabián y Magda puede ayudar a Juan Antonio a recuperar sus recuerdos agradables y por eso le dice: “Te ayudaré a recuperar lo que has olvidado” (59) puesto que para Juan Antonio: “Recordar se había vuelto un verbo inútil por el simple hecho de que los recuerdos permanecían ausentes […]” (64).
Tal como Fernando del Paso cuestiona el hecho de la memoria junto al olvido, mostrando que una no puede existir sin la otra; así mismo sucede con la pareja antitética, que teniendo necesidades tan contrarias: olvidar y recordar, pueden estar juntos. Con ello, la historia de la pareja presenta al lector una sorpresa abrumadora; ellos desaparecen, son separados; las investigaciones de Luis Humberto Crosthwaite- personaje muestran que no están juntos disfrutando de la vida, como algunos piensan.
La desaparición de la pareja y por tanto de su separación es como la antítesis que define Roland Barthes: “el combate de dos plenitudes enfrentadas ritualmente como dos guerreros armados” (21); parece que la intención de la memoria es anular al olvido y éste a la memoria, pero la lucha que uno y otro tienen es eterna, no hay conciliación.
Este es el resultado que a mí lectora me deja la novela Tijuana: crimen y olvido, no hay conciliación; vivimos en una eterna lucha, de lo que sea, llámese existencial, social, política, económica etc. En la novela el autor ha sabido contar una historia diciendo a la vez muchas, se preocupa por narrar la vida de Magda Gilbert y Juan Antonio Mendívil, pero coloca pistas para que el lector se dé cuenta del mundo que rodea a sus personajes; un mundo corrupto, censurado en las ideas, castigado, perseguido y asesinado.
El ambiente de la novela es tan próximo a la realidad que la idea de ficción y verdad con la que juega el autor es semejante a la que nos enfrentamos, nosotros, todos los días, en la que los acontecimientos parecen historias de películas o novelas. Por tal motivo, escogí para hablar de la obra a la pareja antitética, coincidiendo con Roland Barthes en la naturaleza de la antítesis, como la figura de la lucha eternamente recurrente; y así como el olvido y la memoria que representa a la pareja, están en combate; de igual modo, lo está toda la historia que no hace otra cosa que transmitir la crisis en la que todos estamos: realidad o ficción.

viernes, 11 de febrero de 2011

Antítesis de la existencia en Juan José Arreola

Filosofar significa para el hombre,
en primer lugar afrontar con los ojos
abiertos el propio destino y plantearse
claramente los problemas que resultan
de la justa relación consigo mismo, con
los demás hombres y con el mundo.
Nicola Abbagnano


Juan José Arreola entre sus diversas y variadas actividades a las que se dedicó, también se ocupó de ser filósofo de su existencia. Esta actitud la expresó en sus escritos, en sus comentarios, en sus entrevistas y sobre todo, encontró una clara relación de la vida en el juego de ajedrez, puesto que éste, explica Juan José Arreola: “elimina las circunstancias azarosas y nos compromete en una hazaña individual, porque nos obliga a la confrontación pura del ser ajeno con el nuestro sin recursos de fuerza física”.
Como todo existencialista Juan José Arreola reconoce la soledad a la que está obligado el ser humano, es por eso que en sus cuentos los personajes padecen la angustia de la responsabilidad de estar solos; el miedo de sentirse abandonados. Este sentimiento de abandono lo explicó Juan José Arreola en varias ocasiones, de esta manera le comentó a Fernando del Paso que: “Yo soy un hombre que no perdonó nunca, ni he perdonado, ni probablemente perdone jamás, el haber sido expulsado del vientre materno […] Éste es el paraíso del cual fui expulsado, pero sólo fue el primer desprendimiento de otros que he sufrido en la vida”.
Para Jean-Paul Sartre: “El hombre […] una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace”. Esta postura filosófica es una constante en Juan José Arreola y se manifiesta en la mayoría de sus relatos, donde los personajes masculinos anhelan el complemento-mujer para soportar su existencia y no sentirse abandonados.
En el cuento “El rey negro” el narrador-personaje relata cómo ha perdido el juego de ajedrez porque: “sacrificó su última torre para llevar un peón femenino hasta la séptima línea, frente al alfil y el caballo de las blancas”. Por esta osadía el personaje del rey negro tiene que pasar una vida de soledad, y así declara que: “Ahora estoy solo y vago inútil por el tablero de blancas noches y de negros días” (119). En el aislamiento el personaje opta por el autocastigo y prefiere negarse a la existencia, pues se considera: “un punto muerto en el triángulo final”. Sin embargo no deja de cuestionarse sobre su ser y su lugar en la tierra: “¿Para qué seguir jugando? […] ¿Por qué no me mató Dios mejor en el vientre de mi madre, dejándome encerrado allí como en la tumba de Filidor?” (120). Estas preguntas que se hace el personaje muestran paradójicamente a un ser preocupado por su existir y de esta forma responsable de su vida, aunque la angustia lo lleve a la renuncia de seguir jugando: “Ya nunca más volveré a jugar al ajedrez. Palabra de amor. Dedicaré los días que me quedan de ingenio al análisis de las partidas ajenas, a estudiar finales de reyes y peones, a resolver problemas de mate en tres, siempre y cuando en ellos sea obligatorio el sacrificio de la dama” (120).
Así, el jugo de ajedrez que es metáfora de la vida, simboliza en el personaje un abandono de su existencia; ya no se ocupará de luchar para él pero en cambio se consagrará al estudio de cómo los otros manejan el juego de su vida.
Por otra parte hay en Juan José Arreola una obsesión de recuperar el “paraíso perdido” este deseo de regresar al vientre materno es visible en el cuento “Tú y yo”, donde el narrador dice: “Adán vivía feliz dentro de Eva en un entrañable paraíso”. De igual manera lo expresa en la “Cláusula”que apunta: “Soy un Adán que sueña con el paraíso, pero siempre despierto con las costillas intactas”. Pero es en el cuento “Informe de Liberia” donde el anhelo por permanecer en el vientre materno se hace colectivo, con ello: “en todas partes los niños se niegan a nacer por las buenas”. Con humor, Juan José Arreola narra la forma en que los bebés se rebelan ante la posibilidad de la expulsión, se cuenta cómo:
Dos comadronas […] lucharon a brazo partido con un infante rebelde, un verdadero demonio que por más de veinticuatro horas se debatió entre la vida y la muerte sin tomar para nada en cuenta los sufrimientos de su madre […] dio tales muestras de resistencia que las señoras se cruzaron finalmente de brazos dejándolo hacer su voluntad… (147)

El estado de protección que brinda la madre al hijo es de muchas formas una dependencia. El niño cuando es arrojado al mundo, como diría Heidegger, cuando sufre la caída es “un ser-en-el-mundo”. A partir de este momento, dice Jean-Paul Sartre: “El hombre empieza por existir, es decir, que empieza por ser algo que se lanza hacia un porvenir, y que es consciente de proyectarse hacia el porvenir”. El existencialismo propone, en este sentido, hacer responsable al hombre de su propio destino, por eso Juan José Arreola declara que: “Desde la infancia padezco la avidez de completarme con la mujer, y en el curso de mi vida he sido, como todo idealista, el desdichado fundamental”. Desdichado porque no acepta la separación de que fue víctima y la consecuencia de ser ahora él el que guíe su vida.
Juan José Arreola lleva el problema de su existencia en sus creaciones literarias. Escribe un cuento “Loco dolente” en el cual se narran los percances que realiza un Comité encargado de buscar el complemento de los hombres, esta búsqueda se convierte en un fracaso y la mujer se vuelve una ilusión. Los hombres al quedarse solos, después de muchos trabajos, suspenden la búsqueda y deciden crear un cenotafio que honre: “la soledad radical de sus espasmos”.
En su prosa Juan José Arreola maneja el tema de la pareja como una imposibilidad, es decir, el hombre no tiene más remedio que estar solo. Y cuando éste intenta una unión termina lastimado. Ejemplo de ello “La trampa”, relato que tiene un epígrafe de Kafka en el cual se puede resumir el sentido del minicuento: “Hay un pájaro que vuela en busca de su jaula”. El ave que nace para ser libre, busca su encierro porque éste resulta ser su protección. Se niega con ello al riesgo de la vida, pero paradójicamente acepta un riesgo, quizá mayor, la imposibilidad de la complementación. Así en este minicuento el personaje que resulta ser un ave no deja de rendirse en la persecución de la hembra a pesar de lo peligroso del encuentro, de esta forma: “la última vez, quedé con el espinazo roto. Y aquí voy volando solo […] Y sigo otra vez volando solo, fatalmente en busca de nuevos oráculos” (124).
Con respecto a la temática de Juan José Arreola, Fabio Jurado Valencia apunta con certeza que: “En la narrativa de Arreola pareciera que todas las actitudes del hombre estuviesen determinadas por su relación con la mujer”, y también comenta que: “Sea el narrador humano o no humano, hay un afán en el sujeto anunciador por introducir la figura de lo femenino: la escritura de Arreola está asaltada por lo femenino y configura a un lector que vive la expectativa de lo femenino”.
En el cuento “La migala” el personaje al saberse abandonado por Beatriz decide adquirir una araña que según su vendedor es muy peligrosa. El propósito del narrador es que algún día la araña lo pique y así se origine su muerte, cuenta el personaje que: “En aquella caja iba el infierno personal que instalaría en mi casa para destruir, para anular al otro, el descomunal infierno de los hombres”. Ese infierno no es otro que el conocimiento de hallarse solo.
Las noches en que el personaje espera la picadura del animal, lo sumergen en la angustia, exaltación del alma que según Jean-Paul Sartre se distingue del miedo en que: “el miedo es miedo de los seres del mundo, mientras que la angustia es angustia ante mí mismo. El vértigo es angustia en la medida en que temo no caer al precipicio, sino arrojarme a él”. Esta actitud es la que decide tomar el personaje del cuento, porque es él quien elige arrojarse a la muerte a través de la araña. No obstante, el cuento encierra una trampa, el personaje jamás morirá a causa de la picadura de la migala, ya que los estudios sobre animales informan que la migala es una araña que caza de noche, que su mordedura es venenosa excepto para las personas. De este modo, el destino del personaje es padecer la ausencia de su amada. El final del cuento señala su eterno tormento: “Entonces, estremecido en mi soledad, acorralado por el pequeño monstruo, recuerdo que en otro tiempo yo soñaba en Beatriz y en su compañía imposible” (199).
Jean-Paul Sartre explica en su libro El existencialismo es un humanismo, que lo existencialistas fueron duramente criticados, porque veían su doctrina como un pesimismo del hombre, pero Sartre expone que: “lo que se nos crítica aquí no es en el fondo nuestro pesimismo, sino una dureza optimista”. Es decir, la obligación que tiene el hombre de soportar su vida es dura, pero cuando éste logra afrontar que su destino está en él mismo, entonces consigue ser un hombre independiente. Juan José Arreola confiere esta misión a Pablo, personaje del cuento que lleva el mismo nombre. Pablo es un ser elegido, apartado de los demás hombres por Dios. Al principio el personaje manifiesta que: “su soledad comenzó a agrandarse hasta hacerse insoportable” , y conforme avanza la narración, Pablo a pesar de tener el poder de la omnipotencia, se convierte en un ser que sufre y padece el dolor de los demás. Decide entonces disponerse a morir: “De modo cualquiera, como un ínfimo suicida, dio fin a sus días antes de que fuera demasiado tarde, y abrió de par en par las compuertas de su alma” (261). Con este cuento Juan José Arreola viene a sugerir que es gratificante y glorioso el hecho de que un hombre pueda hacerse responsable de su vida, que pueda entender el funcionamiento de sus actos y de los demás, pero también comprende que el camino para lograr esta actitud es doloroso, se aproxima a la muerte y Juan José Arreola nunca estuvo dispuesto a soportarlo.
“El soñado” es el cuento que define la posición que le gustaría adoptar a Juan José Arreola porque este personaje tiene una existencia falsa, es un ser que cuando surge depende del hombre y la mujer que se empeñan en hacerlo y deshacerlo. El personaje del soñado no ha acabado de nacer y argumenta: “soy gestado lentamente, con angustia, en un largo y sumergido proceso. Ellos maltratan con su amor mi existencia de nonato”.
Además “El soñado” es un cuento que presenta en su contenido diversas antítesis. Esta figura retórica define la postura que tienen los personajes de Arreola frente a la vida, pues de todas las figuras de contraste que se hallan en la prosa de Arreola, como la paradoja y el oxímoron; es la antítesis la que sobresale, puesto que esta figura, dice Roland Barthes: “es el combate de dos plenitudes enfrentadas ritualmente como dos guerreros armados: la Antítesis es la figura de la oposición dada, eterna, eternamente recurrente: la figura de lo inexpiable”. En el cuento se ve cómo el personaje del soñado enfrenta dos características contrarias, dice: “soy hermoso y terrible” y los amantes son: “dos seres que se odian y se aman” y que constantemente “hacen y deshacen” al ser que no acaba de nacer. Por lo tanto, el cuento adquiere en su sentido total una antítesis de la existencia, ésta resulta porque el personaje del soñado se encuentra entre el deseo de vivir y morir; de existir y carecer de realidad.
La actitud que toma Juan José Arreola tanto en su prosa como en su vida es de combate, una lucha eterna que se origina por el significado del existir. Existe en Arreola un deseo de vivir acompañado por una mujer y también hay un deseo por impulsar su ser a la soledad y el abandono. En este sentido, la antítesis como la explica Barthes: “es un muro sin puertas. Atravesar ese muro es la transgresión misma”. Juan José Arreola demuestra en las acciones de sus personajes y en las actitudes que toma frente a la vida, que siempre está en una constante trasgresión porque no acaba de aceptar que es un hombre hecho para la soledad, como todo existencialista.
El hombre que crea Juan José Arreola en su narrativa es el mismo que concibe el existencialismo de Sartre; es un hombre que está solo, de modo que: “no puede encontrar ayuda en un determinado signo que lo oriente; porque piensa que el hombre descifra por sí mismo el signo como prefiere. Piensa que el hombre, sin ningún apoyo ni auxilio, está condenado a cada instante a inventar al hombre”.
Juan José Arreola idealiza un espacio puro en el que el hombre esté cara a cara consigo mismo, el resultado de esta idea puede notarse en el minicuento “La caverna”, el relato comienza así: “Nada más que horror, espacio puro y vacío. Eso es la caverna de Tribenciano”. En este minicuento se narra el descenso hacia lo desconocido y el narrador se pregunta: “¿Se baja a qué? y de inmediato se responde: “a morir”. Los hombres que bajaron a la caverna perdieron totalmente la cabeza y por eso el narrador piensa que: “Tal vez lo que allí ataca al hombre es el horror al espacio puro, la nada en su cóncava mudez” (160). Este minicuento sugiere, de nuevo, otra relación con el existencialismo de Sartre, donde el filósofo explica en su libro El ser y la nada, el significado del vacío que viene a ser la caverna de Tribenciano. El hombre, según el existencialismo dice: “Me acerco a un abismo y mis miradas me buscan en su fondo a mí”. Es decir, en la nada, el hombre lo único que puede hallar es a su ser mismo, por eso sus ojos lo buscarán a él y a él lo interrogan. Para Juan José Arreola ésta es la mayor angustia del hombre: el soportar el peso agobiante de su propio yo. Quizá por ello Arreola confesó que: “Todo lo que he escrito es el terror de saberme responsable y solo. Mi aspiración ha sido perderme”.
Como se ha visto Juan José Arreola quiso negar de muchas maneras su existencia, pero el hecho de pensar en ella, de cuestionarse cual filósofo, lo asumió como un existencialista. Por lo tanto su existencia es antitética porque reniega de su ser cuando desea pertenecer al paraíso materno del cual fue expulsado o cuando se quiere fundir con la mujer en una pareja imposible. Pero su existencia se rehabilita cuando es consciente de su soledad y de la enorme responsabilidad que tiene con él mismo y con los demás.
Si bien, Juan José Arreola se sintió solo nunca lo estuvo del todo, siempre estaba rodeado de gente que lo buscaba, para un consejo, un comentario o alguna entrevista. Y cuando no había gente cerca de él estaban sus libros, sus creaciones, sus personajes inventados que no lo abandonaban; de igual forma que él nunca negó a los demás su apoyo o su compañía. Juan José Arreola confesó a su hijo Orso Arreola que: “Siempre me di, me repartí como mejor pude, con el único afán de crear, de creer, no descansé ni un solo instante de luchar con el ángel”.




Bibliografía

Abbagnano, Nicola. Introducción al existencialismo. México, FCE, 1969, pp. 184. Brevarios.

Arreola, Juan José. Narrativa completa. México, Alfaguara, 1977, pp. 496.

______. Y ahora la mujer… La palabra educación. Comp. Jorge Arturo Ojeda, México, Conaculta, Diana, 2002, pp. 152.

Arreola, Orso. El último juglar: memorias de Juan José Arreola. México, Diana, 1998, pp. 424.

Barthes, Roland. S/Z. México, Siglo XXI, 1980, pp. 222.

Jurado Valencia, Fabio. “Representación de la mujer en la narrativa de Juan José Arreola” en Juan José Arreola el verbo memorioso. Revista Tema y variaciones de literatura, Número 15, México, UAM, 2001, pp. 21-44.

Leñero, Vicente. “Lección de ajedrez” en Arreola en voz alta. Comp. de Efrén Rodríguez. México, Conaculta, 2002, pp. 227-235.

Paso del, Fernando. Memoria y olvido. Vida de Juan José Arreola (1920-1947). México, Conaculta, 1996, pp. 189.

Sartre, Jean-Paul. El existencialismo es un humanismo. México, Parcifal, 2007, pp. 56.

______. El ser y la nada. Buenos Aires, Losada, 2006, pp. 864.