sábado, 9 de febrero de 2019

Reflexiones en torno a la fugacidad y el instante en poemas de José Emilio Pacheco



Reflexiones en torno a la fugacidad y el instante en “El señor Morón y La Niña de Plata, o una imagen del deseo” y otros poemas de Como la lluvia de José Emilio Pacheco

Beatriz Juárez González
Universidad Veracruzana


El mundo es teatro y sólo un breve instante
Representamos nuestra farsa trágica.
Luego llegan los otros con su espectáculo.

José Emilio Pacheco


Como la lluvia[1] es un libro en el que José Emilio Pacheco presenta distintos poemas que estructura en cinco apartados: I. “Los personajes del drama”, II, “Como si nada”, III. “El mar no tiene dioses. Ciclos y secuencias”, IV. “Celebraciones y homenajes” y V. “Los días que no se nombran”. Los poemas que forman estos apartados se complementan pues la noción del instante poético prevalece en cada uno de ellos; se trata de un instante metafísico en palabras Gastón Bachelard: “[…] de un tiempo detenido, de un tiempo que no sigue el compás, de un tiempo al que llamaremos vertical para distinguirlo de un tiempo común que corre horizontalmente con el agua del río y con el viento que pasa”.[2]
El “señor Morón y La Niña de Plata, o una imagen del deseo” abre el primer apartado de “Los personajes del drama”. Bajo su título se lee: “Un cuento en cinco actos y en verso”, lo que permite reflexionar sobre la construcción de un texto que alberga  géneros como el teatro, la prosa e indudablemente la poesía.
Respecto a las definiciones que brinda el Diccionario de Retórica y Poética se explica que: “El cuento se realiza mediante la intervención de un narrador […] Puede ser en verso, aunque generalmente es en prosa”.[3]  El poema, que también puede ser escrito en verso o en prosa, expresa: “los sentimientos del poeta, su estado de ánimo, su punto de vista subjetivo acerca del mundo y de los problemas humanos universales […]”[4] y el teatro: “Constituye uno de los tipos de relato […] en él se cuenta una historia [donde] los hechos se presentan mediante la representación”.[5] Con estas definiciones se puede señalar que “El señor Morón y La Niña de Plata” comparte características de los tres géneros en tanto que se narra una historia con la presencia de un narrador, el relato está en versos en los que el yo lírico expresa los instantes placenteros y dolorosos de su pasado y se estructura en cinco actos como una obra para ser representada. También llamarse “poesía dramática” en tanto que la acción: “hace que aparezca desarrollándose ante los ojos del público mediante un simulacro realizado por actores”.[6]
De esta manera, el género que predomina en “En el señor Morón y La Niña de Plata” es el teatro. Razón de ello es que Pacheco extrae unos versos de la obra de teatro de Lope de Vega, La Niña de Plata de 1617  de la que copia el epígrafe siguiente:
En ella, se retrata
Una imagen del deseo.
¿Qué sirve tanto rodeo?
Ella es la Niña de Plata. (p. 11)

Pacheco recrea la historia de La Niña de Plata, que es como la de Lope de Vega “una imagen del deseo”. Se vale de este pretexto para relatar el drama de un grupo de teatro que representa todas las noches una versión de La Niña de Plata, en la que los integrantes, jóvenes aún, desean a la protagonista de la obra:
(Lope de Vega dice que la llaman así
Porque al verla “todos los ojos
Codician a La Niña como a la plata”.) (Primer acto, p.11)

La historia del señor Morón y La Niña de Plata es contada por uno de los integrantes del grupo de teatro al que podemos llamar; narrador, personaje o yo lírico. El primer acto inicia en un tiempo pasado que se identifica en verbos como: acicalaba, juzgaba, interpretaba, transformaba, etc. La mayoría de los personajes de esta historia son actores o actrices que no sólo actúan en escena sino que fuera de ella asumen otros papeles más dramáticos. Se asiste a un metateatro; teatro dentro del teatro en donde la vida tiene teatralidad, entendida ésta como: “el proceso de interacción de los códigos teatrales […] que ponen de manifiesto la alteridad y sentido de la realidad representada”.[7] Y es que la vida de estos “personajes del drama”, como los denomina Pacheco, tienen una vida teatral más allá del escenario artístico, representada además en instantes poéticos.
La protagonista de la historia adquiere un nuevo papel luego de terminar su función en la obra La Niña de Plata:
 La Niña de Plata
Se transformaba en Reina de la Noche
Y hacía el amor como nadie
Con el afortunado de aquél grupo
Que le gustaba un momento. (Primer acto, p. 11)

El personaje de la Niña de Plata está cargado de instantes de placer que otorga a cada integrante del grupo; instantes que no vuelven a repetirse, porque como dicta el verso sólo “le gustaba un momento”, después regalaba placer a otro y así a todos los jóvenes del grupo. El yo lírico representa el papel de novio de la Reina de la Noche cada vez que el señor Morón se acerca a ella para acosarla, resulta elegido porque él era el único que:
[…] no iba a insultarlo ni a zarandearlo.
[Ni] ahuyentar sin ofensa al desdichado. (Tercer acto, p. 14)

Pese a que el yo lírico sólo pasa la noche con la Niña de Plata, éste define ese momento como un placer infinito.
El “novio” era siempre yo en aquellas noches.
Así el señor Morón en su desdicha
Me daba el don inmenso de unas horas
De placer infinito sin mañana. (Tercer acto, p. 14)

De ahí que el instante sea concebido como un locus metafísico, en donde: “El tiempo está en la fuente misma del impulso vital. La vida puede recibir explicaciones instantáneas, pero lo que en verdad explica la vida es la duración”.[8] Así para el yo lírico esa noche tiene un tiempo duradero que se prolonga hacia el infinito, por eso el instante que vivió en su juventud con la Niña de Plata es hoy, en su vejez, un recuerdo que aún permanece en su memoria.
 Como mencioné anteriormente, todos los personajes representan un papel fuera de escena. El señor Morón es un espectador que cada noche asiste a la función de la obra La Niña de Plata con el objetivo de cotejar a la actriz principal, pero como ésta lo rechaza el señor Morón pasa a ser el desdichado, enamorado que jamás será correspondido:
Entre tanta demencia el señor Morón
Creyó que en serio yo era el “novio” de La Niña de Plata.
Quizá lo hubiera herido mucho más la verdad
Pero vivimos siempre en la ignorancia. (Quinto acto, p. 17)

Cada personaje representa a otro; la vida es entendida como un teatro, cada uno tiene un papel que desempeñar. El personaje más desventurado es el señor Morón, su actuación es lamentable en él está todo lo que no se quiere; el tiempo natural de la vida que se representa con su vejez:
Todo en él esperpento, gárgola,
Piltrafa, ruina, carroña (p. 14)

En tanto que la Niña de Plata, representa la juventud, lo bello, el deseo, la dicha, lo momentáneo, lo fugitivo, lo que ya no vuelve a repetirse, ella es el instante y como dice Pacheco en el poema “Después”:
Para nosotros sólo existe el después.
El instante se va,
Se fue
Y nada pudo asirlo.
Todo es jamás para siempre.[9]

Tal como sucede con el grupo de teatro del que un día la Niña de Plata decide marcharse. Sin remedio el grupo se disuelve y el instante maravilloso del yo lírico se va también, dice:
Le dije adiós a La Niña de Plata en el parque México.
No me dejó besarla, no me abrazó.
Sólo me dio la mano al despedirse
Y la tuve un minuto entre mis dedos.
Jamás volvimos a vernos.
Con todo su talento nunca otra vez
Piso ningún escenario […]
No hay rastro de su nombre en Internet,
No perdura una sola foto.
Ya no existe memoria de aquél tiempo,
Del mundo antiguo nada sigue en pie. (Cuarto acto, p. 16)

El instante es un tiempo metafísico que puede ser breve e infinito, satisfactorio y doloroso, fugaz y duradero. El poema de “El señor Morón y La Niña de Plata” presenta una combinación de tiempos en los que el pasado juega un papel vital en la comprensión de un presente desafortunado, donde el yo lírico cuenta la manera en que su vida se construye a través de instantes fugitivos pero que, por alguna razón, permanecen gracias al recuerdo o a la imagen. En el momento en que la Niña de Plata abandona al personaje éste vive un instante melancólico pero al recordar ese tiempo, reconstruye no sólo el momento de la partida sino también los momentos maravillosos que La Niña de Plata le brindó.
El instante concebido como el momento más significativo en la vida de los personajes, tiene un carácter antitético.  De todas las figuras retóricas la que más define al instante es la antítesis, entendida ésta por Roland Barthes como: “el muro sin puertas. Atravesar ese muro es la transgresión misma”.[10] En este sentido el instante visto como lo momentáneo es al mismo tiempo lo más perdurable, su permanencia radica en su significación. Los instantes pueden contener el mayor grado de alegría pero también el mayor grado de dolor. Son tan significativos que su fugacidad los define precisamente como instantes, dice Pacheco en el poema “En la noche de todos”:
Por desgracia se llama instante
A lo que no regresa.[11]

La naturaleza del instante es la de un tiempo finito pero por la carga significativa que recae sobre el sujeto que vive el instante éste puede hacer de él algo infinito. De ahí que en el instante habite la fugacidad y la permanencia sin que una excluya a la otra. Indica Barthes: “La antítesis separa desde siempre; apela así a la naturaleza de los contrarios, y esta naturaleza es salvaje […] los dos términos de una antítesis están marcados ambos: su naturaleza no proviene de un movimiento complementario, dialéctico (vacío frente a lleno): la Antítesis es el combate de dos plenitudes enfrentadas ritualmente como dos guerreros armados”.[12] Es decir, en el instante existirá eternamente esta dualidad, sensación de tener el momento y al mismo tiempo verlo perdido. Por lo tanto, la fugacidad con la que se presenta el instante no reemplaza a la permanencia con que éste habita en la vida de un ser. Buscar que una desplace a la otra sería una transgresión tal como lo señala Barthes e iría en contra de la naturaleza del instante.
El tiempo que pasó el narrador con La Niña de Plata fue un instante que ahora recuerda y se hace presente:
Guardo su última imagen para siempre,
Para siempre la veo en el Parque México
Y aún sigue despidiéndose de mí
Pero a cada instante
Está más y más lejos
Y nunca cesa de irse. (Cuarto acto, p. 16)

En este recuerdo existe el tiempo vertical que caracteriza al instante, tal como lo indica Gaston Bachelard, instante antitético porque está y no está presente al mismo tiempo. Es el recuerdo que el personaje decidió guardar para siempre. Instante finito del pasado que ahora se vuelve infinito en la memoria del narrador. De ahí que: “El instante poético es entonces necesariamente complejo: conmueve, prueba, invita, consuela, es sorprendente y familiar”.[13]
Existe en los poemas de  Pacheco una preocupación constante del tiempo, un deseo de querer asir cada momento. En ocasiones parece que lo logra aunque las palabras nos indiquen lo contrario, tal como lo escribe en el poema “Como la lluvia” del apartado “Como si nada”:
Dos mil años después de que el Vesubio
Sepultó entre cenizas a Pompeya
Encontraron un muro en que estaba escrito:
Nada es eterno.
Brillan los soles y en el mar se hunden.
Arde la Luna y se desvanece más tarde.
La pasión de amor
se termina también
como la lluvia.
Al tercer día de copiado el grafito
El yeso en que lo inscribieron se vino abajo.
Se acabaron los versos
Como la lluvia. (p. 84)

En realidad los versos no se acabaron, se vino abajo el material físico en donde estaban escritos pero gracias a que fueron transcritos perduraron. Existen ahora en el poema de Pacheco y reviven ante los ojos de cada lector. Por tanto decir que la poesía de José Emilio Pacheco será eterna es algo que podría señalar, mas reconozco que sus versos no están sujetos a un tiempo convencional u horizontal como diría Bachelard, sino que la duración de esta poesía: “está hecha de instantes sin duración, como la recta de puntos sin dimensión”[14]  porque la poesía: “es así un instante de la causa formal, un instante de la fuerza personal […] de una duración que dispersa ecos. Busca el instante. Sólo necesita del instante. Crea al instante. Fuera del instante sólo hay prosa o canción. En el tiempo vertical de un instante inmovilizado encuentra la poesía su dinamismo específico”.[15]

Bibliografía
Adame, Domingo. Teatros y teatralidades en México siglo XX. México, Ediciones AMIT, 2004.
Bachelard, Gaston. La intuición del instante. México, Fondo de Cultura Económica, 2002.
Barthes Roland. S/Z. México, Siglo XXI editores, 1980.
Beristáin Helena. Diccionario de retórica y poética. México, Porrúa, 2004.
Lapesa, Rafael. Introducción a los estudios literarios. Madrid, Ediciones Cátedra, 1974.
Pacheco, José Emilio. Como la lluvia. México, El Colegio Nacional y Biblioteca Era, 2009.
Vega, Lope de. “La Niña de Plata” en Obras escogidas. Madrid, Aguilar, Tomo I, Teatro, 1952.


[1] José Emilio Pacheco, Como la lluvia, México, Biblioteca Era, 2009. Todas las citas del poema “El señor Morón y La Niña de Plata, o una imagen del deseo” pertenecen a esta edición, por lo que en adelante sólo anotaré el número de la página después de cada referencia.
[2] Gaston Bachelard, La intuición del instante, 2002, p. 94.
[3]Helena Beristáin, Diccionario de retórica y poética, 2004, p. 126.
[4] Ibid., p. 400.
[5] Ibid., p. 161.
[6] Rafael Lapesa, Introducción a los estudios literarios, 1974, p. 149.
[7] Domingo Adame,  Teatros y teatralidades en México del siglo XX, 2004, p. 17.
[8] Gaston Bachelard, op. cit., p. 15.
[9] Del poema “Después” en  Como la lluvia,  p. 88.
[10] Roland Barthes, S/Z, 1980, p. 53.
[11] Del poema “En la noche de todos” de Como la lluvia, p. 76.
[12] Ibid., p. 21.
[13] Gaston Bachelard, op. cit., p. 94.
[14] Ibid., p. 18.
[15] Ibid., p. 101.