domingo, 20 de enero de 2019

El arte de educar para la vida


El arte de educar para la vida

El hombre tiene una nostalgia de la creación; no se conforma con vivir sino que también necesita crear.
Juan José Arreola[1]

Hay nostalgia cuando se observan salones de clases que inicialmente estaban llenos y después dibujan bancas vacías; existe añoranza al pasar asistencia y no escuchar las voces de los que estuvieron antes diciendo: presente; se percibe tristeza cuando los patios o lugares cercanos al colegio están ocupados por estudiantes que deciden otorgar su tiempo fuera de las aulas y no dentro de ellas y, el cuadro de melancolía aumenta al pensar en el destino de esos jóvenes que de manera incierta van por la vida soltando sueños y dejando esperanzas para entregarse a ilusiones artificiales. Madres jóvenes que tendrán que aprender de otra manera, chicos que solicitarán empleo en cualquier sitio para cubrir las necesidades primeras, generaciones de seres humanos inconformes que renuevan la historia de una vida frustrada, el desencanto de una existencia que se repite una y otra vez como un virus que se propaga y nadie inyecta la cura. Son diversas las personas que no hacen, lo que realmente, quisieran hacer. Es notable esa actitud en los rostros, en el lenguaje y, en general, en las corporalidades. Basta con observar el paisaje de gente que transita por las calles, atienden un negocio o prestan un servicio. Poca es la cordialidad, la comunicación y la compasión, a menudo se esfuman en una sociedad de indiferencia y apatía.
Las cifras sobre deserción escolar son alarmantes, si bien en los últimos 25 años hubo incremento de la matrícula a nivel bachillerato, la Secretaria de Educación Pública informa que la tasa de abandono escolar es la más alta en educación obligatoria, cerca de: “un millón 193 mil 497 niños y jóvenes decidieron abandonar alguno de los grados escolares”.[2] Entonces surge la rebeldía, ese deseo de cambio que detenga esa nostalgia venidera.
Y como un eco profundo y contundente se escuchan las palabras: “Está al alcance de nuestras manos descubrir hombres que puedan dar frutos muy valiosos y frecuentes”.[3] Son los estudiantes quienes en un futuro inmediato lograrán el cambio o, contrariamente, lo entorpecerán. La realidad actual muestra cómo los niveles de delincuencia juvenil en la ciudad de México han aumentado considerablemente: “De acuerdo con […] reportes generados por la Secretaría de Seguridad Pública de Ciudad de México, se advierte que en lo que va de enero de 2018 se ha incrementado el número de detenciones de personas cuyas edades fluctúan, en 80%, entre 15 y 29 años”.[4] Jóvenes que, quizá, hallaron inservible la escuela, la creyeron aburrida y monótona, llena de dificultades y sin un sentido práctico para la vida porque, dice Arreola: “La educación de hoy está basada en el aprendizaje de símbolos químicos, metales y metaloides. Eso no sirve para nada eso está en los libros.[5] Pero al estudiante se le enseña bajo la escuela tradicional de utilizar: “el memorismo, la repetición pasiva que son como letanías […]”.[6] La relación escuela y vida aparecen como mundos diferentes, a la mayoría de los jóvenes sólo les interesa pasar materias, que se les asiente una calificación y que su paso por la escuela haya sido un mero trámite para que se les otorgue un certificado.
Sin embargo, aquél docente que no se conforma con vivir (acto de repetir el ambiente escolar, monótono y aburrido) y que de él emana el deseo de la creación, ambición para transformar y crear a distintos estudiantes bajo una nueva escuela, se vuelve artesano y. bajo un valor trabajo, se entrega a esta tarea con plenitud y conciencia del compromiso complejo que está por emprender:
Comienza entonces a elaborarse una imaginería del [maestro] artesano que se encierra en un lugar legendario [el aula de clases] , como el obrero en el taller, y desbasta, pule, talla y engarza su forma, exactamente como un lapidario hace surgir el arte de la materia pasando en ese trabajo horas regulares de soledad y de esfuerzo.[7]

El estudiante acepta ser creado, moldeado como una escultura que aspira a la perfección. A menudo, muchos jóvenes salen de casa para hallar un sitio mejor. El núcleo familiar es incierto, cada vez más divorcios, más violencia. Familias disfuncionales que ofrecen a los jóvenes escenarios hostiles. La soledad y el abandono tan presente siguiere ofrecer la escuela como una salvación: “No sabes de qué tormentas vienen tus alumnos. A veces, el único lugar seguro que ellos tienen es su salón y tu ejemplo”.[8] Afuera está un mundo ficticio de olvido, depositado en las drogas y el alcohol, este paraíso artificial cubre la realidad primera de los jóvenes, con un manto que disfraza el dolor,  la vida lastimosa que muchos jóvenes cargan como un peso del cual quisieran deshacerse y no saben cómo. Se reúnen en sitios cercanos a la escuela, compran o intercambian mariguana, ese es el camino que eligen, quizá, cuando salieron molestos de casa por una pelea con los padres, al ver la pobreza e incertidumbre en la que viven, al reconocer que los tutores ofrecen todo menos cariño y atención, el papá falta a la casa porque tiene otra familia, la madre murió y él quedo a cargo de los hermanos pequeños, recuerdan la vez en que un familiar los violó, vuelve a su mente el día en que su hermano se suicidó o, cuando sus compañeros de clase se burlan de ellos por su aspecto, les cuesta trabajo relacionarse en el grupo, un profesor les dijo que no servían para nada y los sacó del salón, recurren al Cutting[9] porque si el mundo los lastima, ellos también lo harán.
 No obstante, cuando el ambiente se les presenta grato, ellos aceptan y se quedan en ese taller del maestro artesano donde la escuela es el territorio de la restauración, del modelado exacto para poder vivir la realidad actual. Decroly pensó en una pedagogía activa[10] en el aspecto práctico y tan urgente ahora en la sociedad del siglo XXI. Es necesaria una educación donde el protagonista sea el alumno, el docente ha de trabajar con él y “estar a la altura de las circunstancias actuales y cumplir su misión con plenitud ayudando a resolver la crisis que padece el hombre de nuestros días”.[11]
Se requiere de un lenguaje común, especie de melodía entre el docente y el alumno. Este acto, quizá, es uno de los principales retos, lograr una comunicación armónica. Pocas veces se logra en casa, los padres trabajan y los hijos crecen acompañados de aparatos electrónicos, de amigos virtuales que cubren la soledad eminente. En la sociedad del conocimiento y la comunicación llamada así por Leonardo Boff[12], surge la ironía ya que ni hay aprendizajes efectivos ni comunicación real. Cada vez importan más los objetos que las personas. La sociedad contemporánea va creciendo bajo esta epidemia de la incomunicación. La falta de cuidado es el síntoma más doloroso dice Boff porque ya no se atiende lo verdaderamente importante que es el ser humano y, por lo mismo, se avanza en la indiferencia y el desinterés.
El docente que no se rinde, es cuidadoso y continua su trabajo sabe que: “El maestro y la maestra deben ser dichosos: han consagrado mediante sus estudios y su título, la profesión que todos ejercemos en la vida. Todos somos maestros”.[13] Algunas veces se enseña y otras se aprende pero solo en ese ejercicio del dar, del proporcionar a los estudiantes lo que, a veces no se tiene en casa, es donde germina la semilla del cambio.
“En el seno de nuestra familia, en la universidad y en la calle nos sentimos aislados e incomprendidos […] nos hemos abandonado unos a otros”.[14] Se juzga al joven, se le castiga y etiqueta, en variadas ocasiones se escucha que los jóvenes de ahora ya no son como antes, estas generaciones están echadas a perder, ya no respetan, son flojos, nada les interesa o les motiva. Pocas veces se buscan las respuestas a la pregunta obligada ¿y por qué está sucediendo esto? Es acaso que impera una división entre los estudiantes (jóvenes) y maestros (adultos) donde los segundos seguirán viendo el error en los primeros sin atender que:
Nada en el mundo será bueno ni perfecto hasta que los hombres mismos lo sean, vale la pena poner atención en el asunto: si los jóvenes de hoy quieren ser hombres mejores, los hombres de ayer y hoy debemos ayudarlos a no equivocarse. [15]

El arte de educar para la vida es un acto necesario, de sensibilidad y compromiso, en donde deben existir las escuelas diseñadas como centros de interés, las clases estar en contacto con la vida y generar estudiantes activos.[16] Es parte del cambio, enseñar los contenidos de los programas proyectados hacia la vida y orientados a lo emergente.
En diversos medios de comunicación, en el transporte público y en el andar por las calles se ha percibido cómo el reggaetón está entre los gustos musicales de los jóvenes de hoy en día, lo que resulta, en efecto, una influencia en sus comportamientos y formas de pensar. Los adultos como respuesta han argumentado una postura negativa hacia esa moda. El conflicto entre generaciones divide, coloca en dos bandos lo de antes y lo de ahora, se abre una brecha de incomunicación y descontento. Los jóvenes se sienten incomprendidos por los mayores, y éstos, desilusionados de las preferencias juveniles.
El contexto anterior sirve de ejemplo para señalar la diversidad de gustos y preferencias no sólo en la música sino también en otros ámbitos de la cultura y la política, por mencionar algunos, y que involucran a toda la sociedad. El diálogo resulta ser la clave para llegar a acuerdos. Educar para la vida es buscar la conexión entre los jóvenes y los adultos, respetar libremente aquello con lo que se identifican y, hasta cierto punto, los hace felices. Esa realidad debe servir al maestro y usarla estratégicamente para comprender a los jóvenes. Si se enseña partiendo de las realidades juveniles, ellos se sentirán tomados en cuenta, entenderán que maestro y alumno pueden hablar el mismo lenguaje, estar en la misma sintonía y luchar por las mismas causas. “Juventud no es la del que tiene 20 años. Joven es aquel que se conmueve ante cualquier injusticia en el mundo”.[17]
Si a los jóvenes se les informa de lo que está aconteciendo no sólo en sus comunidades o alrededores sino en todo el mundo, ellos atienden al llamado de solidaridad. Si se les hace una petición o realizan un ejercicio que implica reflexionar y analizar situaciones diversas, ellos actúan. En esas actividades se reconoce que son seres sensibles, susceptibles a los cambios, lo que resulta ser un arma de dos filos. El estudiante bien guiado (trabajado artesanalmente por el maestro) logrará grandes frutos en un futuro próximo, en él florecerá la alegría y felizmente servirá a sus compañeros, fortalecerá y reivindicará el rumbo de la humanidad con un espíritu de compasión y cuidado hacia los demás. Por otra parte, el estudiante que se sienta abandonado e ignorado por sus maestros escogerá un camino alterno, guiado por la injusticia verá en pro de sí mismo, será egoísta y descuidadamente andará por la vida, a veces dañará, como a él lo dañaron, en ocasiones actuará irresponsablemente, se olvidará de los valores y no se preocupará por el futuro, el presente se le mostrará hostil y así vivirá sin conciencia alguna.
Es verdad que la educación no es propia de una escuela y por ello, no es en ese lugar donde, necesariamente, se forjarán a las mejores personas. Muchos son los que sin ir jamás a una institución educativa se han convertido en excelentes seres humanos. Lo cierto es que todo parte de una educación, ya sea que ésta venga de la calle, de la casa, de la familia o de cualquier lugar o persona. El buen actuar viene de una buena educación. Si las avenidas están repletas de basura es porque no hay una educación de la limpieza y el cuidado. Si las personas empujan, gritan y roban en el transporte público es porque no hay una educación hacia el respeto. Todos somos maestros dice Arreola pero yo creo que pocos realmente asumen esta responsabilidad, quizá sólo lo hacen aquellos que sienten una especie de nostalgia y no se conforman; éstos son los maestros artistas que crean, con la confiable esperanza de un futuro mejor.

Bibliografía
Arreola, Juan José. 1973. La palabra educación. México: SEP/SETENTAS.
Barthes, Roland.1973. El grado cero de la escritura. México: Siglo XXI.
Boff, Leonardo. 2001. El cuidado esencial. Ética de lo humano compasión por la tierra. Madrid: Editorial Trotta.
Londaño Ramos, Carlos A.  2001. “La escuela para la vida y por la vida” El impacto de Ovidio Decroly en la Pedagogía y la Universidad de Colombia.  Disponible en: [https://contextoseducativosinteractivos.files.wordpress.com/...]. (Con acceso el 04/02/2018).
Llanos Samaniego, Raúl. (21 de enero de 2018). Jóvenes la mayoría de delincuentes detenidos en la ciudad, reporta SSP. La Jornada. p. 27. Disponible desde internet en: [http://www.jornada.unam.mx/2018/01/21/capital/027n1cap]. (Con acceso el 11/03/2018).
Moreno, Teresa. (21 de agosto de 2017).Deserción escolar infrenable: SEP. El Universal. Disponible desde internet en: [http://www.eluniversal.com.mx/nacion/sociedad/desercion-escolar-infrenable-sep] (Con acceso el 06/04/2018).


[1] Juan José Arreola. 1973. La palabra educación. México: SEP/SETENTAS. p. 162.
[2] Teresa Moreno. (21 de agosto de 2017).Deserción escolar infrenable: SEP. El Universal. Disponible desde internet en: http://www.eluniversal.com.mx/nacion/sociedad/desercion-escolar-infrenable-sep.
[3] Juan José Arreola. op. cit. p. 76.
[4] Raúl Llanos Samaniego. (21 de enero de 2018). Jóvenes la mayoría de delincuentes detenidos en la ciudad, reporta SSP. La Jornada. p. 27. Disponible desde internet en: http://www.jornada.unam.mx/2018/01/21/capital/027n1cap.
[5] Juan José Arreola. op. cit. p. 73
[6] Carlos A. Londaño Ramos.  2001. “La escuela para la vida y por la vida” El impacto de Ovidio Decroly en la Pedagogía y la Universidad de Colombia.  Disponible en: https://contextoseducativosinteractivos.files.wordpress.com/...
[7] Roland Barthes.1973. El grado cero de la escritura. México: Siglo XXI. p. 66.
[8] Frase que circuló en las redes sociales como parte de la Pedagogía-Proactiva.
[9] El Cutting se ha convertido en un hábito, especie de moda entre adolescentes que se auto lastiman como una forma de expresar sus sentimientos de sacar esas angustias que se vuelven incontrolables. Se liberan cortándose los muslos, los brazos o el abdomen con cuchillos, tijeras o cortantes.
[10] Véase Carlos A. Londaño Ramos. op. cit. 
[11] Jua José Arreola. op. cit. p. 96.
[12] Leonardo Boff. 2001. El cuidado esencial. Ética de lo humano compasión por la tierra. Madrid: Editorial Trotta
[13] Juan José Arreola. op. cit. p. 123.
[14] Ídem. p. 79.
[15] Ídem. p.p. 81-82.
[16] Los centros de interés son propuestos por Decroly como una forma de integrar el trabajo manual, el juego y el aprendizaje. Véase Carlos A. Lodañ o Ramos. op. cit. p. 143.
[17] Juan José Arreola, op. cit. p. 64.