miércoles, 12 de octubre de 2011

El Bestiario de Guadalupe Dueñas

Ama al prójimo desmerecido y chancletas. Ama al

prójimo maloliente, vestido de miseria y jaspeado de mugre.

Saluda con todo tu corazón al esperpento de butifarra que

a nombre de la humanidad te entrega su credencial de

gelatina, la mano de pescado muerto, mientras te confronta

su mirada de perro.

Ama al prójimo porcino y gallináceo, que trota gozoso

a los crasos paraísos de la posesión animal.

Y ama a la prójima que de pronto se transforma a tu

lado, y con piyama de vaca se pone a rumiar interminablemente

los bolos pastosos de la rutina doméstica.

Juan José Arreola

El prólogo con que inicia su “Bestiario” Juan José Arreola señala las similitudes que existen entre los humanos y los animales, así mismo sugiere aceptar no con desprecio sino con amor el hecho de que todos tenemos algo de “animal” ya sea en lo físico o en el carácter.

Muchos autores han escrito sobre los animales; la historia registra que el origen del Bestiario probablemente provenga de El Physiologus escrito en Grecia en el siglo cuarto. Las fábulas que también tienen su origen en Grecia toman como personajes a los animales para moralizar. En el siglo XX existen numerosos ejemplos en donde los animales son los protagonistas: Ocaso de Sirenas (1950) de José Durán que contiene un “Elogio y vejamen” de Juan José Arreola, Bestiario (1951) de Julio Cortázar, Manual de Zoología fantástica (1957) de Jorge Luis Borges, Bestiario (1958) de Juan José Arreola, Álbum de zoología (1985) de José Emilio Pacheco, entre otros, así como los poemas de Eduardo Lizalde donde no sólo el tigre es personaje, sino también el perro, la perra, etc.

En Tiene la noche un árbol de Guadalupe Dueñas se encuentran siete cuentos que tienen como título el nombre o la referencia a un animal; de acuerdo a la manera en que son descritos estos animales o el trato que se les da, es que encuentro una mayor similitud con el Bestiario de Juan José Arreola y por tal razón es que inicio este ensayo con el prólogo del mismo.

Aunque los cuentos de Guadalupe Dueñas no tratan sólo de las características que tienen los animales sino que, hay una mezcla de lo animal con lo humano. La autora se vale de la prosopopeya para lograr este efecto en que un hombre puede ser animalizado y un animal humanizado. Claro ejemplo se halla en el cuento “La araña”, en el que la mujer y el arácnido poseen el mismo comportamiento, de tal forma que las acciones de la araña afectan a la mujer y viceversa, en este sentido ella dice: “en las paredes ronda perseguida por mi angustia”[1], la unión que existe entre el animal y la humana es de “complicidad” puesto que la araña representa lo oculto de la mujer; miedos, angustia, soledad y deseo. Con conocimiento de esta realidad la mujer grita: “¡No quiero que la toquen! Puesto que ella es la araña y la araña es ella.

Caso similar es el cuento “Mi chimpancé”, aquí la mujer, también, tiene una relación de convivencia con el animal, sólo que en este caso a diferencia de “La araña” el Chimpancé ha tomado la decisión de irse porque además se confiere al animal la capacidad de hablar y razonar. El chimpancé un poco harto del comportamiento de su dueña quiere dejarla y por eso ella manifiesta que: “prefería vagar a quedarse entre mi náusea y mis deseos paralíticos e insatisfechos” (78). La mujer es menos frente al animal o bien que ella sea más animal que el propio animal, tan así que el chimpancé le aconseja que: “mejor [se] encierre [ella] en la jaula” (79). De esta forma la mujer queda como prisionera y el animal libre y, por tanto el cuento sugiere que somos más animales de “lo que pensamos”.

Esta capacidad de poder transferir a los animales aspectos humanos y al contrario, se percibe en el cuento “Digo yo como vaca” donde el personaje desea huir de su existencia porque quiere otra vida; mejor sería ser una vaca y disfrutar siéndolo a no ser una vaca y comportarse como tal. El descontento que le causa a la mujer, ser mujer hace que el cuento inicie: “Si hubiera nacido vaca estaría contenta”, pero como no nació vaca entonces no está feliz, parece que el personaje no encuentra belleza en lo humano o razón de vida.

“El sapo” sugiere otra relación con el humano: somos como sapos; hay personas que esperan mucho de nosotros, que desean ver algo grande que provenga de nuestras acciones, pero cuando fracasamos, asistimos a una desilusión de la gente que confió en nosotros; así vamos por la vida, como los niños que esperaban más del sapo, de decepción en decepción.

El cuento “Las ratas” parece más una fábula. El mensaje se percibe en la relación de lo que hace una rata con el cuerpo muerto de un humano y, la fealdad del bolero que se le muestra al hombre cuando esquiva la mano de éste porque le causa repugnancia. La moraleja viene siendo la siguiente: Todos alguna vez seremos tocados por la repugnancia o la supuesta fealdad, si la evadimos en vida no escaparemos por ello a la que por naturaleza trae la muerte.

“Canina fábula” es un cuento que maneja el humor pero que aún con ello, la escena del hombre entre perros no deja de ser lamentable. El cuento representa quizá la forma en que vivimos entre animales, cómo nos parecemos a ellos y cómo ellos se parecen a nosotros. En este ambiente perruno el muchacho puede ver que los perros son: “animales de presa con inteligencia diabólica que olían el terror y adivinaban el pensamiento. Vulnerables al soborno como cualquier juez de distrito” (99). Entonces el miedo y pánico que siente el personaje no sólo está en los perros de la sala sino en cualquier parte, cada vez que nos enfrentamos a cualquier perro.

Todos los escritos sobre animales sólo vienen a reforzar la idea de que somos más animales de lo que pensamos y que lo animal no es precisamente una característica despectiva o insultante sino que más bien debemos de mirar nuestra animalización con “amor” tal como lo sugiere Juan José Arreola.

Beatriz Juárez González



[1] Guadalupe Dueñas, “La araña” en Tiene la noche un árbol, México, FCE, SEP, 1985, p. 41. Lecturas 82 mexicanas.